23 noviembre 2008

La parada de los monstruos

Lo crean o no, por extraño que paresca, en la antiguedad todo lo que se desviara de lo normal era considerado un presagio de mala suerte y signo de maldad. Dioses de la desgracia y de la adversidad eran invariablemente convertidos en mostruosidades, e injusticias e infortunios se atribuían a los tiranos deformes y lisiados de Europa y Asia.
Historia, religión, folklore y literatura abundan en los cuentos de canallas deformes que han cambiado el rumbo del mundo.
Un nacimiento anómalo era considerado una desgracia y a los niños mal formados los dejaban morir a sus suerte. Si por ventura uno de esos monstruos sobrevivía siempre era mirado con recelo. La sociedad lo rehuía a causa de su deformidad y su familia se avergonzaba de la maldición que caía sobre ellos.
A veces, uno de estos infortunados era llevado a al tribunal para ser objeto de mofa y diversion de los nobles. A otros les dejaban ganarse la vida mendigando, robando o penando.
Pues el amor a la belleza es un institnto arraigado que se remonta a los comienzos de la civilización. La repulsión con que contemplamos la anomalías nos viene condicionada por nuestros antepasados. La mayoría de los monstruos están dotados de pensamientos y emociones normales.
Su destino es ciertamente desgarrador, se ven llevados a llevar una vida antinatural.
Por tanto, han construído entre ellos un código para protegerse de las puyas de la gente normal.
Sus normas se cumplen estrictamente y el dolor de uno lo es de todos...

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