11 diciembre 2008

Add, una humorada gótica

Buscados
INFANTICIDIA
CARGOS:
TRISTEZA EN CANTIDADES IRRESPONSABLES
DESORDEN EN SUS QUEHACERES
ABUSO DE ASPIRINETAS

AFECTADITO
CARGOS:
SER PELADO CIEGO E INSOMNE
HABLAR POCO EN CLASE
NO MOLESTAR EN EL RECREO
Favor reportar a la guardia imperial

Estas frases estampan las remeras que visten algunos adolescentes al modo de importantes avisos de captura. La moda nos hace llegar lo “negro” de un tipo de humor que nos toma desprevenidos. A aquellos que nos encontramos abocados a pensar en la problemática del diagnóstico y la incidencia del DSM IV en la medicalización, esta humorada nos sorprende cuando la equiparamos a las expresiones que describen el Trastorno por Déficit de Atención (ADD - Attention deficit disorder).
El diagnóstico de ADD y su consecuente tratamiento es muy demandado en los últimos tiempos. Este trastorno lee como signos de enfermedad el desorden, el movimiento, la falta de atención, el desinterés, la insociabilidad, etc. Como los “avisos de captura” lo enuncian y una carta abierta al ministerio de salud –firmada por profesionales y funcionarios- lo denuncia, se ha llegado al punto de considerar a dicho trastorno como un problema del que la salud pública debe hacerse cargo por temor a los efectos que el mismo podría acarrear. A modo de ejemplo se puede observar el Proyecto de Ley presentado en la Cámara de Diputados de la Provincia de Salta que solicita la detección temprana del ADD en toda la provincia en lo niveles de EGB1 y EGB2 .

Los “buscados”, es decir los niños con estas características, deben ser detectados con antelación y el sistema educativo hará de “policía” al procurar anticipar tempranamente el tratamiento de los mismos para evitar un pronóstico que augura que ellos podrían transformarse, a futuro, en los promotores de actividades delictivas o violentas.
¿Podríamos equiparar entonces, a la salud pública con la “Guardia imperial” a la que aluden las estampas de las remeras?

La pregunta que nos hacemos los que ponemos en cuestión dicho síndrome es: ¿serán los jóvenes no tratados en su infancia un problema a futuro? O ¿la forma “correcta” del tratamiento –administración de psicofármacos a niños- será la causa del problema que se intenta solucionar?
Replantear las dificultades de este diagnóstico y de su tratamiento, así como la promoción de ciertos espacios de detección, o la revisión de la lógica del aprendizaje actual –es decir, las formas en que se intenta contener, transmitir y educar- podrían ser algunos de los tantos recorridos posibles para pensar porqué se hace necesario medicar a los niños para que puedan permanecer en la escuela. Sin embargo en esta oportunidad, conmovidos por la transfiguración subversiva de los personajes creados para estos diseños, Afectadito e Infanticida; queremos detenernos, unos instantes, en el humor.
La posibilidad humorística, nos dice S. Freud, otorga a los pueblos la capacidad de sustraerse al sufrimiento rechazando la realidad para servir a una ilusión.

Según Freud, el humor produce una operación de desmentida en la cual el yo se rehúsa a dejarse ofender por los influjos de la realidad y se empecina en que el mundo exterior no puede afectarlo. De este modo, el humor, desmiente el destino aciago e inexorable del hombre y abre un espacio singular donde experimentar y percibir el mundo. La retórica del humor hace lazo, subvierte la realidad no la desaparece, y nos obliga a que luego de percibir sus expresiones debamos reformular nuestros argumentos.
El humor remueve los imaginarios de totalidad y transparencia del lenguaje, rota la representación del mundo, y la lógica discursiva que hasta ese momento tenía un lugar de hegemonía debe volver a replantearse. El humor con su estructura “vulgar” interroga el mandato medicalizador del discurso médico en expresiones tales como: buscado, hablar poco en clase, molestar en los recreos, desórdenes en sus tareas, tristeza en cantidades irresponsables, abuso de aspirineta, etc.

El pragmatismo del humor pone de relieve una estética que juega con una retórica diferente, novedosa y dicotómica. Ficciona con el relato grotesco y conmovedor de Afectadito, Infanticidia y sus amigos las historias de vida de otros niños y los avatares del tratamiento de estos factores que, hoy, se sitúan como un problema en la infancia.
La añoranza científica por lo verdadero ha pretendido y pretenderá desembarazarse de la ficción negando su lugar de productora de realidad. El relato histórico científico ha tomado el lugar del único autorizado para describir lo real. El saber médico se considera a sí mismo objetivo y descriptivo de una realidad que lo preexiste, como si el nada tuviera que ver con ella. M. De Certau (1995) nos alerta sobre él “(…) este relato es eficaz, pretendiendo contar lo real lo fabrica, es preformativo, vuelve creíble lo que dice y hace actuar en consecuencia, produciendo creyentes produce practicantes”.

El saber médico opera como si nada tuviera que ver con aquello que el mismo produce. Por esto, y preocupados por los efectos que nuestra práctica engendra, nos proponemos desarmar la creencia de que el ADD “es” y “está allí” dándole una oportunidad a estos decires que interrogan acerca del lugar del niño “desviado” o “enfermo” y su malestar.


Así surge nuestro primer interrogante: ¿De qué se ríen estas diseñadoras al jugar con frases que nombran el desvío y lo negativo?
Creemos que hacen humorada de la insistencia en pedagogizar todos los espacios, inclusive los de placer o recreación. Que se burlan de la necesidad de sancionar la inactividad o su exceso como patológica. Creemos que se ríen del irrefrenable y recurrente mandato de regular los estados de ánimo. Cuando investigábamos acerca de la procedencia de dichas remeras, nos encontramos con la historia de Agente 13. El relato comprendía en una serie de episodios en los que, sus creadoras, llevan al extremo la imagen del niño “gótico” , oscuro, medieval, amordazado. Observemos como su humor rompe con los supuestos universalistas de los discursos “serios”, “razonables” y “bellos”. Uno de sus personajes canta: “Arroz con leche me quiero matar, con esta pastillita me voy a calmar” De forma irreverente, ambivalente y deconstructiva se quiebran los imaginarios de coherencia y transparencia del lenguaje. Lo “serio” y “razonable” de la jerarquía del discurso médico, cobra otra vida, cambia de apariencia al ser mirado desde la perspectiva cómica. Entonces creemos que es posible encontrar en estas formas del humor el afán de construir nuevas significaciones sociales para aquello que desde otro lugar se nombra como patológico y necesitado de urgente administración farmacológica.
Tomemos un episodio de la historia de Agente 13…
“Episodio 3: Infanticidia se asusta.
Infanticidia mató su niñez la noche que unas bestias con garras filosas descabezaron a su juguete preferido: un muñeco de tela rosa relleno con grumos de telgopor. Las lágrimas tardaron en brotar de sus ojos. Tardaron varios días, enteros repletos de instantes, veces, momentos. En esa progresión hacia el llanto, su mirada bajó hasta el fondo de su alma. Ahí no había colores. Ahí había sombras, hojas, barro, insectos y uno o dos sapos.
Ahí abajo, las sombras, las hojas, el barro, los insectos y los sapos no hablaban el idioma de Infanticidia. ¿Pero quienes hablaban su idioma?”

La pregunta por quién habla el idioma de Infanticidia nos remite a la necesidad de poner de manifiesto que la coherencia de los enunciados no depende de la lógica, sino que serán los agenciamientos colectivos de enunciación, la pragmática de la época los que les darán el valor de normalidad a los mismos y al sujeto que los emite. Infanticidia parece dar cuenta en forma prematura del infortunio común, la vida no es rosa.

Los comentarios de infanticidia hoy pondrían los pelos de punta a cualquier adulto, que se preguntaría ¿es que ha enloquecido esta niña? Ahora, si nos remontáramos unas centenas de años atrás cuando las expectativas en torno a los niños no permitían dibujar el concepto moderno de infancia con crayón rosa, ¿esta frase se hubiera escuchado igual? Foucault nos advierte sobre la fuerza de los enunciados, al punto de que la locura se ha definido modernamente más con relación a las transgresiones del lenguaje que a las transgresiones de los actos. Contra esto, los diferentes modelos terapéuticos autorizan desde la medicación hasta la interpretación, a condición de que se le devuelva a la “locura” una producción de sentido que se ajuste a los códigos comunes.
¿Como tramitar entonces eso que irrumpe como horroroso cuando el mundo de un niño deja de ser color de rosa? Qué es el humor, sino aquella operatoria que nos produce extrañamiento y efecto de distanciamiento ¿Es posible ante esa sombra horrorosa, ante eso aparecido que “no” se espera, ver una expresión de las mutaciones de la infancia? El humor, aquí, es aquello que produce el des-mascaramiento de la realidad de otros niños. Que nos pone cara a cara con “lo no dicho”. Que nos pone de cara a realidades existentes “difíciles” de asimilar.
A qué nos referimos con des-mascaramiento de la realidad de otros niños. A niños que, con su realidad, desdibujan las fronteras que separan a la adultez de la infancia y viceversa. En esta historia nos encontramos con seres oscuros de ojos desorbitados, otro modo de entender la niñez, otro modo de contar un cuento, por fuera de lo esperable de la clásica figura de un niño. Otra posición de enunciación, otra sensibilidad.
¿Qué es lo que nos extraña de esto?
Quizá la posibilidad de observar que existen niños que no tienen un mundo rrrrrrosa para ver, sea porque no hay una infancia sino muchas, sea porque no hay un tipo subjetivo de niño sino varios y simultáneos.
Veamos, Aristóteles plantea en su poética que lo risible es un defecto y una fealdad sin dolor ni daño.

En la historia de Agente 13 nos encontramos con que los personajes son todos niños, a las vez adorables y oscuros, como: Infanticidia (una niña de largo cabello negro y ojos desorbitados), Afectadito (quien se cosió los ojos y los labios), Mechita (niña aplicada y responsable que un día se encendió e incendió), las Hermanas Abrojo (unidas por las diferencias, necesitan que alguien las separe) y Remiendos (necesita que alguien la una, ella dice: -yo y yo no somos la misma persona-. Cuánta verdad…)
¿Qué nos pasa cuando estas nuevas figuras irrumpen violentando ciertas coordenadas de lo esperable? ¿Qué sucede cuando penetran expresando cantidades irresponsables de tristeza, la violencia del enojo encendido o la fractura del ser? La respuesta se acota muchas veces, a anudar al niño una enumeración de signos silenciando el síntoma mediante el uso de fármacos. Estas criaturas, arrastradas a la oscuridad por cierta legalidad de lo no esperable por quedar fuera, se asemejan a aquellas que preocupan a padres, docentes y terapeutas.

Los personajes de esta historieta llevan al extremo su disconformidad, los niños que cruzamos por la calle o nos topamos en nuestros consultorios muestran la dificultad de adaptarse a las amplias exigencias de una doble escolaridad, idioma, deporte, recreación asistida, etc. Por supuesto, en todos estos espacios la exigencia es la misma: no hablar, no molestar, prestar atención, aprender rápido y sin preguntas molestas. Fallar en cualquiera de estos aspectos habilita a un profesional a determinar de manera poco rigurosa un diagnóstico de trastorno de atención, el que será resuelto mediante la administración de psicofármacos.
La metamorfosis producto del acto humorístico nos convoca a replantear nuestro lugar como analistas. Nos permite alejarnos de lo visible y abrir espacio a la escucha, a aquello que allí se enuncia.

Cuando esta novedosa estética se ríe de lo bello, lo correcto, lo perfecto pone en duda los cánones que simulan legitimar una verdad como total, única y sin fallas no procura desconocer el malestar, sino que muestra la infancia despojada de dogmatismo, como una construcción posible de la que no podemos dejar fuera al niño, su relato y su entorno.

Fabiana Bertín y Mariángeles Cuellas.

02 diciembre 2008

Espacios de habitabilidad, o sobre los espaciamientos amorosos.



“Mi relación con el otro es irreductible

a toda medida, así como excluye cual-

quier mediación o cualquier referencia

a otra relación que pudiera englobarla”

(M. Blanchot, El diálogo inconcluso).


La pregunta: ¿Es el amor un territorio de pensamiento en nuestras vidas cotidianas?- y los intentos de darle respuestas aproximativas en el Módulo de Amor y pds- nos llevó a reflexionar directamente sobre nuestras relaciones. Y por ende, el acto mismo de preguntárnoslo ha devenido territorio de pensamiento.

Nuestra intención es, en principio, materializar de modo descriptivo ciertos momentos o instancias en las que éstas relaciones alcanzan a expresarse. Por supuesto que no se trata de una empresa sencilla, pero tampoco hipócrita, por lo cual intentaremos consignar sólo las instancias o momentos que nos parecen más significativos por su grado de problematicidad.

En principio, una aclaración, a fines meramente descriptivos. Creemos que las relaciones amorosas logran ir materializándose en “espacios de habitabilidad”. ¿Esto qué significa? Que toda relación amorosa contiene su espaciamiento amoroso, que a toda relación le corresponde su espaciamiento específico. Quedará entonces librado a “la decisión de la relación” el espaciamiento a constituir y por el cual ir transitando. Cada decisión, entonces, estará íntimamente determinada por la relación a la que pertenece.

En este terreno de pensamiento pudimos ir relevando ciertos espaciamientos donde van decidiendo su trayectolas relaciones amorosas.


Sobre el Campo de Batalla:

En algunos momentos o instancias, las relaciones amorosas se expresan a modo de relaciones beligerantes. En ese punto, el espaciamiento constituído por decisión amorosa sobreviene campo de batalla, saber bélico y espionaje.

La cuestión, para cualquier relación beligerante, es la siguiente: ¿qué hace el enemigo amado?, ¿qué hacer ante él?, ¿qué está planeando?, ¿en qué situación se encuentra?, ¿cómo saberlo? La comunicación directa, el terreno de pensamiento, están excluidos. Preguntar al enemigo amado es absolutamente imposible, o por lo menos estúpido, ya que sólo dará respuestas engañosas. Dialogar con él implicará acumular saber en su detrimento, saber bélico.

La enemistad implica la probabilidad, incluso la certeza de ser engañado. El enemigo amado se hará pasar por más fuerte o más débil de lo que en realidad es, para de este modo provocar o atemorizar. Fingirá situaciones aparentes para atacar repentinamente desde el lado inesperado. Frente a una realidad hostil: frente a la realidad enemiga, el espía, sujetado al conocimiento, aparece bajo una máscara enamorada. Por eso, la razón de supervivencia de cada polo, en una relación de este tipo, implica penetrar mediante el conocimiento (en el sentido del espionaje) en las maniobras de distracción del enemigo amado, o sino superarlas mediante descubrimientos, engaños y medidas operativas propias.

El espionaje, consiguientemente, está dispuesto como único recurso de la supervivencia más inmediata. Conocimiento - en cuanto espionaje- es investigación del enemigo amado, acumulación de saber sobre el otro tomado como objeto, con el cual no me une benevolencia ni tampoco una neutralidad desinteresada, sino una amorosa tensión directa, hostil y operante en campo de batalla. Éste alimenta un desear saber bélico y hace imprescindible una serie de métodos de investigación peculiarmente “indirectos”: ocultamientos, engaños, obtención de posiciones de confianza (generación de retaguardia), explotación de amistades, etc.

El espionaje ejerce el arte de inducir a hablar a los otros, trabaja a base de vigilancias y registros constantes, observa sigilosamente los ámbitos íntimos y secretos del otro, busca puntos de apoyo para chantajes, investiga los pasajes vulnerables y el eslabón más débil en la cadena enemiga. Apuesta por la disposición a la traición en los miembros de la otra parte.

Todo esto pertenece a la metodología de los espías en una relación beligerante, todo esto expresa integralmente un Campo de batalla.


Sobre el Laberinto de los Espejos:

En otros momentos o instancias, la relaciones amorosas se expresan a modo de relaciones especulares. Aquí, el espaciamiento constituído por decisión amorosa sobreviene laberinto de los espejos, saber espectral e ilusionismo.

La cuestión, para cualquier relación especular, es la siguiente: ¿Qué será?, ¿será corredor de motos o hacker? ¿Tendrá algún rasgo de mi madre?, ¿de mi padre?, ¿y de Nini Marshall? ¿Cómo será? ¿Como fui yo en el pasado?, ¿como soy ahora?, ¿o como me gustaría ser? ¿Qué estará haciendo?, ¿estará con otra en Miami?, ¿fantaseando con otro mientras me habla?, ¿escribiéndome una poesía en el oído?, ¿o tejiéndome un pulóver para el invierno? La percepción directa, el terreno de pensamiento, están siempre mediados, están atravesados por el infinito juego en el que te insumen los espejos y las ilusiones. Preguntar al espectral amado es, en principio, posible, aunque sólo sea, o bien para renegar lo que diga, o bien para rarefacerlo o saturarlo con lo que uno ya sabe de él, que, aparentemente, siempre es mucho más que lo que él mismo pueda saber de sí. En fin, dialogar con él implicará ajustar todo lo que pueda decir en beneficio de esa reserva de ilusiones que uno ya porta y soporta, saber espectral.

La espectralidad implica la ambivalencia, quizás la oscilante certeza, de ser amado-odiado. El espectral amado será siempre un poco más o un poco menos de lo que en realidad es, generando, de ese modo, tanto deslumbramientos como decepciones. Se le endilgarán ilusionismos que no forman parte de él, casi como un conejillo de mago, se lo hará aparecer en tal situación de la que nunca formó parte, se le demandará una posición más maternal o paternal, se le pedirá que devenga un poquito más parecido a uno, que haga lo que uno le haría de estar él en la misma situación, o que confiese todo lo que estuvo pensando en él cuanto no estuvo presente, puesto que él la extrañó muchísimo y, por supuesto, sabe que ella también. Frente a una realidad especular: frente a ésta realidad espectral, el ilusionista, sujetado a los espejos, se hace aparecer y, en el mismo momento, hace aparecer al otro, bajo el yugo de situaciones a priori que involucran a uno y a otro en una ambivalente relación amor-odio. Por eso, la razón de supervivencia de cada parte, en una relación de este tipo, yace en proyectar e introyectar espectros e ilusiones (en el sentido del ilusionismo) en la vida de la pareja, creyendo irrevocablemente que esa es la única manera de mantención regular de una relación amorosa.

El ilusionismo, consiguientemente, es el recurso más efectivo de la supervivencia inmediata y venidera. Espectralidad- en cuanto ilusionismo- es anticipación que se vuelca sobre el espectral amado, es acumulación previa de experiencias y vivencias que se proyectan sobre el otro tomado como objeto, con el cual no sólo me une la benevolencia sino también una amorosa ambivalencia que se va desplegando y dirimiendo en el intrincado laberinto de los espejos. Éste, por su parte, motoriza un desear saber espectral y hace visible una serie de rasgos que son recurrentes a su accionar: proyecciones, introyecciones, suposiciones que hacen pasar por veracidades, confusiones por indiscernibilidad, deslumbramientos y frustraciones (“O bien eres más de lo que yo esperaba, o bien, nunca llegaste a ser ni un ápice de lo que yo creía que eras”), etc.

El ilusionismo ejerce el arte de hablar deliberada e indeliberadamente por el otro, trabaja en función de experiencias y vivencias acumuladas que se extrapolan- sin la menor consideración del otro en tanto que radicalmente otro- a cualquier situación, en fin, hace aparecer mágicamente en el otro ámbitos íntimos y misteriosos (“Es el gran arte de la vacuolización”, como diría J. Derrida). En suma, apuesta a la disposición del otro en cuanto, tanto como él, desee quedarse sumido a los vaivenes del laberinto de los espejos, donde los espectros y reflexiones ad infinitum son los agentes del juego.

Todo esto pertenece a la metodología de los ilusionistas en una relación especular, todo esto expresa integralmente un Laberinto de los Espejos.

Mariángeles Cuellas- Juan Cruz Catena.

Universidad Experimental.

Una nota aclaratoria: en lo que respecta al “territorio de pensamiento propiamente dicho” no hablaremos en este escrito por dos motivos: primero, porque lo supone performativamente la realización de un escrito con estas características, es decir, porque consideramos que sería el escrito mismo la forma de atestiguar sobre el tema, y segundo, porque hemos hablado ya lo suficiente en el Módulo de Amor de la Ux como para seguir haciéndolo aquí, y la redundancia ya no nos es deseable.

Y, por tanto, su proyecto. Así, pues, cuando decimos trayecto decimos también trayecto proyectual.